Una fuente puede servir para sentarse a platicar. Para imaginar que los
peces se acaban de ir. Para preguntarse de dónde viene el agua. Para
estirarse y tratar de tocarla. Para cambiarse de lugar alrededor de ella
a ver cuál es el lugar ideal para estar. Para sentarse y ver que mucha
gente pasa. Para ver a alguien en silla de ruedas y preguntarle por qué
va sentado. Para sentir que caen gotas de repente y empieza a llover.
Para no correr cuando te percatas que la lluvia arrecia, sino abrir los brazos y tratar de atrapar con la boca una gota, sonriendo.
Todo eso lo hizo un serecito de poco más de 1 metro al salir del cine.
Esto sucedió un día en que los muertos visitan a sus vivos. Mientras, en
la fuente el agua en constante movimiento, como la vida.
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