Diez días y ya me cuestiono si hubo algo especialmente elogiable hoy. Me
doy cuenta que llegó la noche y apenas despierto a este día. Lo demás
fue una serie de sucesos en los que emití respuestas semiautomáticas. Me
doy cuenta de esto al ir manejando de regreso a mi casa en un río de
luces (rojas si se va, blancas si se viene). Me cuestiono sobre este
afán de elogiar lo que tal vez no tenga nada de elogiable. Corrijo: me
doy cuenta que cuando no estoy no puede haber algo qué decir. Lo más
vívido de mi día fue precisamente ese trayecto y lo que le siguió al
día. Me di cuenta que mi atención es luz dirigible. Aún ahorita (día
siguiente) tengo un recuerdo vívido del olor, clima y color de anoche.
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