3.12.22

Vida y epitafio: Que la vida me encuentre viva

 Que la vida me encuentre viva. Que yo encuentre la forma de vivir viva. Que de frente vea la tormenta o la calma. Ver de frente lo que haya. Buscando la forma de arder toda, de vivir sin capas ni en la orilla. Aprendiendo nuevas formas de vida. Que la vida sea vida y que, cuando sea momento, la muerte me beba: la vida despierta y viva que logré vivir siendo.

En esas estoy en los 44 años recientes.

26.10.22

El día de las palabras

Tengo unos 40 años conociendo estas letras. Son las mismas del olor a crayola, las del papel calcante y el lápiz sobre el libro mágico. Redondas y ordenadas, como me gustan. Sobre la hoja parece que el mundo puede tener un orden. Una lista es definida, tiene principio y los finales se marcan con punto. Incluso puedes ahí dibujar el mapa del pensamiento y caber todo en la tierra blanca con linderos cortados con guillotinas. Se puede también abrir y cerrar el cuaderno, descansar de él algunas veces, saber que va en la mochila o la bolsa y sentir que ahí está dicho todo. O casi todo. Porque también llegan momentos cuando las palabras no alcanzan para describir. Y es entonces cuando le toca al corazón ajustarse, sentirse, respirarse. Mientras, la mano en pausa y la tinta dentro de la pluma. Ya llegará el momento, pienso. Llegará el día de las palabras. Y sí, siempre llega el día de las palabras. Afortunadamente. 

14.9.22

Otro verano

La vida dio una vuelta y ya estoy en este verano de otro septiembre. El calor me ataranta la mente y me obliga a reducir las acciones al mínimo. Estoy en modo ahorro de energía mientras me suda la cara. También en modo ahorro de palabras, mientras el abanico hace lo suyo a la velocidad máxima.

Justo ahora mismo escribo estas palabras porque estoy hablando en un relativo pasado. O sea, hoy amaneció el día más fresco y al hablar sobre el calor me estoy refiriendo a ayer y las anteriores dos semanas. Estas son las palabras que no pude decir cuando el botoncito de ahorro estaba activado en mí.

Estoy de regreso en mi blogcito y hablo del clima. Esto suena muy superficial, como cuando te topas a alguien que hace mucho no ves y no tienes muchos temas de conversación y hay un intercambio de frases tipo "¡qué calor ha hecho!". Bueno, con mi blog no sucede esto. Aquí sí siento toda la confianza y siento que nos conocemos mucho después de 20 años (what!) de yo escribirle. Es solo que el verano se ha apersonado tardíamente en Tijuana y es de esas presencias agobiantes y testarudas.

Gracias, escritura porque eres refrescante. Porque al estar aquí vuelvo a escuchar esa voz de quien yo era hace 20 años cuando era bloguera diaria y cuando iba al Turis cualquier día entre semana. Sigo siendo esa en el fondo de mí. Ahora en un cuerpo diferente y también con varias historias agregadas. 

Verano, hazte para allá y deja en paz mi cumpleaños, plis.


26.4.22

Vengo

Vengo a lavarme la cara con agua fresca. El descanso necesario son estas letras que se tejen a partir de la madeja que voy desenredando. Tejo una línea, una superficie. Tejo una hamaca y me meso antes de dormir. Así son estas palabras frescas como las tardes de hamaca bajo los árboles. 

Le pido al agua que aclare las superficies y las ideas. Le pido a esta ventana que deje entrar algo del aire fresco que trata de asomarse. Respiro. Mis manos convocan al agua y al aire. Los demás elementos soy hoy.

Si esta noche fuera el castillo de mis sueños, aparecería ahora un camino enmarcado con hojas, un destino permanente, en la sombra, acolchado y con sábanas limpias. Mis ojos tienen fecha de caducidad pero no la conozco. Mi cuerpo también.

24.4.22

Fuego

Se hizo el silencio en esta casa. Son las 11 de la noche y en este cuarto oscuro me acerco al fuego de la pantalla de mi computadora para contar(me) historias. Llega este momento en el que puedo verme más  claramente, en el que no soy la mamá ni la docente ni la terapeuta ni la poeta. Me gusta este momento de ser solo una persona frente al teclado contestándose preguntas no formuladas.

A esta hora y con este silencio empiezo a notar el sonido del abanico que desde hace horas está prendido.  No se escuchaba antes, como tampoco mis pensamientos ni el sonido de este tecleo. Creo que si lo apago y pongo atención, a esta hora podría también escuchar el mar desde mi ventana.

Hice una pausa para apagar el abanico y sí: se escucha el mar. ¿De cuántas cosas nos perdemos cotidianamente por embarcarnos en el ruido? 

Miro fijamente a las llamas, las veo arder y me veo en el espejo de las letras. Recuerdo aquel año nuevo en el que inicié ciclo prometiéndome arder y arder y no dejarme apagar el alma. Así cada noche se renueva mi promesa, aquí o en el cuaderno. Siempre frente a las palabras.


31.3.22

Asombro

Poco a poco algo parecido al orden se pone en mi primera fila favorita.
Los encuentros son sorprendentes y claros. Celebro las vocaciones de mi brújula.
La vida me llama a cuidar minuciosamente las piececitas con las que se forma mi realidad.
Me queda claro que esta dimensión es otra. Que habito un mundo en el que ya decidí lo que durante años fueron solo sueños o ideas locas.
Asociarse con el cielo hoy no es superlativo. Decir que los planetas se alinearon tal vez fue siempre como decir: congruencia. Estoy vislumbrando esa palabra apenas. Se borra y me regreso a ella.