24.4.19

Noche otra vez

Buscarle títulos a la noche se ha convertido en mi tema de escritura.
Soy literal cada vez frente a la pantalla y escribo tristeza con los pulgares.
Literatura no se hace en aparatos sostenidos con dedos en postura de gancho.
Solo verdades pueden escribirse las 1:01 horas, parece.
El silencio que lo aclara. El silencio telón de fondo. El silencio ranura de luz atrapada.
No sé qué título le pondría. Esta noche de finales. De principios paralelos.
Buscarle títulos. Podría llamarse la risa que parece burla.
Podría llamarse escena no sucedida. Podría llamarse en mi silla, sin vino.
Nostalgia. Envidia. Algo cercano a eso.
Podría llamarse sorpresa. El privilegio de encontrar el abismo y asomarse.

Quiero saber que las noches tienen fondo. Tal vez es solo eso.
Y esta que me revolotea el estómago y el alma o algo cercano a ella.
Es como encontrarse la costilla y sentirla porque está rota. Supongo.

29.1.19

Eucalipto y silencio

Silencio. En esta orilla escucho. Agua brota con eucalipto de mis pulmones. Así lo siento debajo de este techo de madera entre el adobe de estas paredes casi centenarias. No. Difícilmente centenarias, pero me gusta pensarlas tan antiguas como mis pensamientos.
En este lugar han pasado muchas cosas. Tiempo-letra ha transcurrido en mis cuadernos a través de los años. Dos seres humanos llegaron al mundo muy cerca de dos colibrís que previamente nacieron en una rama del jardín, aquí junto. Hubo gatos. Uno permanece y otro decidió habitarnos sólo unos días. Muchos sueños cumplieron su ciclo aquí mismo. Florecieron y regresaron a la tierra hechos polvo, quiero pensar que ahora son abono en este gran terreno fresco que imagino que soy.
El silencio parece el mismo. Pero no es idéntico. Ahora tiene frecuencias, variaciones dentro de su quietud. A veces el silencio estalla frente a mí y me golpea la cara. A veces me acaricia y acompaña como gato invisible en mi regazo. A veces es diálogo en las voces de otros que acuden a este espacio. A veces es muy parecido a sólo silencio. Pocas veces, debo decir, se parece a sí mismo. O a lo que entiendo por silencio.
Las paredes tienen la misma pintura, creo. No. Otra vez los recuerdos me engañan o me dejo engañar por los recuerdos. La pintura de entonces se encuentra debajo de una capa más reciente. La pintura de entonces se encuentra sobre otras muchas capas de quienes han querido renovarse en este espacio. Conozco a algunos, no a todos. Pero me gusta imaginarnos a todos conversando en algún lugar de este cuarto. Tal vez sentados, compartiendo nuestras esquinas favoritas y los asuntos que han quedado pendientes por reparar o limpiar. Entre todos formando una foto muy precisa de las posibilidades que tiene este lugar en la mente colectiva y haciendo click para el álbum del tiempo.
Recibo una llamada. Parece provenir del fondo de un túnel o de un país en el que se habla otro idioma. Contesto con monosílabos, como cuando estás de turista en una tierra desconocida. No tengo intención de intentar traducirme. Afuera se oye el canto de un pájaro, tal vez desde uno de los árboles que cubren mi vida. Agradezco su presencia. Gracias, pájaro por estar aquí. Imagino que mis pensamientos dialogan con su lenguaje. Imagino que en otra dimensión mis pensamientos son el humano imaginario que ese pájaro escucha desde la otra orilla en la que piensa en el silencio.


1.1.19

2019

Abrir ventanas y cerrarlas y abrirlas, no es abrirlas todas.
Huésped de sí misma y de sus letras, buscadora de amaneceres y picaportes, pasadizos al aire fresco.
Desde aquí pienso en Emily y en su vestido blanco. En la mesa donde escribía sus cartas, en el cuarto donde alumbraba sus fantasmas. Soy la mano que mueve la lámpara, la mirada que recorre las esquinas de madera vieja, el rechinido de los pasos lentos para no despertar el insomnio en las habitaciones contiguas. 
En este inicio soy también la luz imaginada en la penumbra. El frío más crudo antes del primer calor del día y los colores que van de pálido a brillante con el paso de los minutos. También soy las ganas de claridad y el no saber, coexistiendo en un mismo cuerpo. Soy la confusión y la certeza. La calma inmutable, más adentro. Sobre todo esa calma inmutable que desde adentro se filtra a la superficie y es piel.
Desde este siglo, a tientas y luego con la primera claridad, muevo los marcos atorados; como no sé distinguirlos, todos. Estiro mi cuerpo adormilado, respiro. Lista para la luz del nuevo ciclo. Para lo que alumbre. Que será primero el corazón y luego los ojos tan acostumbrados a la noche. Que será primero el corazón y la respiración profunda. 
Desde mi silla imaginaria y el frío real de este día detecto la ventana precisa. Por la que hoy amanece. Supongo que Emily encontró la suya hace más de cien años. Supongo que para la edad de la tierra apenas será éste el día siguiente.