Escuchar el mar es la mejor opción para una tarde de no respuestas. Ir al domicilio de los ecos, da la sensación de dialogar con ellos. Las Patricias muchas han contado sus versiones al viento en esta orilla. Invariable, este mar gris propone ante mí la opción serena de la impavidez.
Las olas parecen olas desde mi siempre. No hay diferencia en este mar, no sé si en mí, presente en este mismo instante fragmentado en tiempos que se nombran con números diferentes.
Las gaviotas y sus coreografías lo confirman.
La bruma lo confirma. El muro donde choca mi horizonte lo confirma.
Camino y ahora siento que esta es una espera que se llama vida. Camino y siento que se alarga por tramos y que estoy buscando una respuesta a una ecuación ancestral irresoluble.
Si esto se trataba de perder la paciencia, la he perdido toda. Si esto se trataba de un absurdo juego de conservar gotas de esperanza como niño hiperactivo al que se le asigna un huevo en cascarón para cuidarlo y pasar de grado, también estoy a punto de pronunciar la renuncia.
Harta de estar harta es parecido a estar dispuesta a finalizar una historia que avanza por eslabones. La inmovilidad de los barcos se parece a un pantano en el que a veces hace buen clima.
Dormir un poco más o despertar. Dormir un poco más con miedo a que no exista otro capítulo. Mis piernas en movimiento por ahora son la certeza de mi existencia. Eso y los pájaros que me revolotean el pecho.
Nada hay más triste que un barco que se hunde en la orilla. Levar anclas hoy es mi respuesta, mapa nuevo en mano, brújula calibrada y corazón vivo por elección y porque además es inmortal. ¿Qué más se le puede pedir a este mar llamado vida?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario