Despertar y asomarse por la propia ventana es el privilegio invisible que he acariciado por años en silencio. Mi mano conoce mil formas de moverse sobre el lomo del tiempo, que a veces lanza un ronroneo. Mi mano también conoce la garra, los telescopios y la suavidad de la Laguna en la que nadan las ballenas recién nacidas.
Mano sabia de texturas, permito que se asome más allá de sus linderos, que sacie su prisa y surja reptil en recovecos. Mano sabia de extensiones de sí misma, que ha aprendido de trazos en los abecedarios del mundo. Mano que escarba en todas partes, que escribe en todas partes. La tierra se abre para alfombrar tu paso de frescura. Benditas las ganas, los pasos, las veces muchas en las que el camino se hizo largo. Patricia de piel despierta abre la ventana. Y solo por eso, vale la alegría hacerlo.
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