25.2.23

Esto podría llamarse "Rugido de voluntad"

La plenitud de ser quien soy sucede solo en mi lugar. Estos días  de pronto se revelaron estas palabras como si por primera vez hubiera escuchado este concepto. Esta vez lo veo como en esos darse cuenta de los que buscamos en gestalt. Visto desde ahí, mi reto es claro: permanecer en mi lugar. Mi reto es no moverme una vez que logre estar ahí. 

En estos días también he sentido impulsos a salirme de mi lugar. De repente los he "cachado" en el aire: quiero mandar un mensaje, llamar la atención, contar de más sobre mi proceso, ese impulso lo siento fuerte, urgente, casi necesario, como algo que me bulle. Es una inercia como si eso hubiera estado haciendo durante varias vidas continuas y mi cuerpo y mi lógica ya es automática en ello. Y al mismo tiempo de observarlo, siento la imperiosa necesidad de detenerme, como si una parte de mí estuviera observando hacia otra coordenada en la que descubrió un amanecer muy claro. Esta vez me detengo, respiro, hago lo que creo que corresponde, lo que me nace de la voluntad recién construida.

En estos días también he conectado esto con eso que llaman "lo femenino". ¿Y si la contención femenina fuera esto? Me suena a que, si no son lo mismo, están emparentados. Me siento como estudiante del propedéutico en la materia y me asumo en ese lugar de lleno. Estoy tan acostumbrada a actuar, que no actuar me parece un gran reto. Aprendí a hacer, lo aprendí mucho y de muchas maneras. Ahora ser en los destellos que tengo de ello, se vuelve un reto monumental. Siento que mi papel en este momento es la inmovilidad en el sentido de no salirme ni un centímetro de lo que soy. Embonada en mí, quiero quedarme, hacer de ese mi lugar-jardín, mi centro de operaciones. Y sí, desconfío de mis propias decisiones y a veces en el fondo no quiero parpadear para no distraerme con las mariposas en el estómago que me dan. Muchos hilos me jalan todavía: historias, prejuicios, teorías, autoconmiseración.

Sin embargo, y a pesar de todo, he sentido esto como un rugido de voluntad: Permanecer y dejarme atravesar por la vida. Quiero y necesito que los hilos que me encuentren sean justo los que ya iban a cruzar por el centro de quien soy. Solo esos. Únicamente esos. Claros y oscuros, abiertos, cerrados y siempre luminosos (porque hay claridad en la sombra y viceversa). Todos esos hilos quiero que sean bienvenidos por mi ser, mi corazón, mi espíritu, mi pensamiento y mis cuerpos. Quiero convertirme en un hilo certero de la vida y solo ser ello. No encuentro mejores palabras para expresar esto. Mientras me hago un poco más diestra en este lenguaje, así lo digo y es lo más cercano que encuentro a la estación de lo que es.

El reto: mi ser pegajoso. Esa parte de mí que da un paso y se atasca, que llega a cada estación y quiere hacer vida en ella para siempre. Necesito probar quién soy más allá de esa parte que se queda en el medio paso y se amarra a las cosas como evidencia del mundo. Una plática como evidencia de mi existencia. Relaciones confirmatorias de que existo. Cotidianidad torcida cinco grados para que fluya. He tenido a montones de eso, que parte de mi sistema ya no lo traga.

Me gana en esto la curiosidad de lo desconocido y la necesidad como sed urgente: Soy como Odiseo. Avanza mi barca, voy amarrada al mástil, con las ganas de que esta vez suceda como dijo Julio Torri: Como iba resuelto a perderme, las sirenas no cantaron para mí. Eso, sabiendo que sí, que es solo una posibilidad. Pero sabiendo que lo que se pierde es la vida y lo que se puede ganar es también la vida entera.

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