Abrir ventanas y cerrarlas y abrirlas, no es abrirlas todas.
Huésped de sí misma y de sus letras, buscadora de amaneceres y picaportes, pasadizos al aire fresco.
Desde aquí pienso en Emily y en su vestido blanco. En la mesa donde escribía sus cartas, en el cuarto donde alumbraba sus fantasmas. Soy la mano que mueve la lámpara, la mirada que recorre las esquinas de madera vieja, el rechinido de los pasos lentos para no despertar el insomnio en las habitaciones contiguas.
En este inicio soy también la luz imaginada en la penumbra. El frío más crudo antes del primer calor del día y los colores que van de pálido a brillante con el paso de los minutos. También soy las ganas de claridad y el no saber, coexistiendo en un mismo cuerpo. Soy la confusión y la certeza. La calma inmutable, más adentro. Sobre todo esa calma inmutable que desde adentro se filtra a la superficie y es piel.
Desde este siglo, a tientas y luego con la primera claridad, muevo los marcos atorados; como no sé distinguirlos, todos. Estiro mi cuerpo adormilado, respiro. Lista para la luz del nuevo ciclo. Para lo que alumbre. Que será primero el corazón y luego los ojos tan acostumbrados a la noche. Que será primero el corazón y la respiración profunda.
Desde mi silla imaginaria y el frío real de este día detecto la ventana precisa. Por la que hoy amanece. Supongo que Emily encontró la suya hace más de cien años. Supongo que para la edad de la tierra apenas será éste el día siguiente.
3 comentarios:
Qué bien que vuelves a postear en tu árbol. Muchos saludos Paty!
Wooww !! Me encontré con este post y me encantó. Qué lindo e inspirador… Gracias, Gracias, Gracias:)
Gracias por dejar sus comentarios. Estoy apenas viéndolos. Es inspirador saber que estoy escribiendo para alguien además de mí misma. :)
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