Una mariposa-ofrenda apareció hoy dentro
de la cabaña. Bastet dejó una muestra de agradecimiento que aleteaba con
dificultad todavía. Me siguen sorprendiendo los regalos que Bastet nos
ha dejado a lo largo de los años: ha habido ratones, lagartijas, pájaros
y plumas desparramadas. Al principio, yo que no era una persona de
gatos, me asustaba. Ahora me sorprende
el instinto que tiene para equilibrar. A un gato difícilmente le puedes
deber algo, ni él te deberá nada. Se encarga de ser hermosamente
afectivo y de ser también tan independiente que te hace saber que sin ti
estará perfectamente bien. No conozco otro ser que le sea tan natural
el dar y el recibir, como si de respirar se tratara. He leído que ese es
un gran secreto de las buenas relaciones. Y Bastet tiene mucho qué
enseñarme de ellas.
Hoy, la primera reacción de Arvo al ver la
mariposa fue decirme que si le podía dar un beso, mientras veía que
aleteaba un poco. Le dije que sí, pero que se lo diera volador. Luego me
dijo que si la podía curar tocándola. Le dije que sí, y la tocó. Ámbar
también le dio un beso. Le tomé la foto. Luego la dejamos en el jardín.
Creo que Bastet, Arvo y Ámbar saben de ese ciclo equilibrado que es
como inhalar y exhalar. Yo sólo leo sobre ello y los observo como
iluminados, preguntándome cómo es que estos tres saben tantas cosas de
forma tan natural. A tientas, busco aprender lo más que pueda. En mi
ilusión, quiero colaborar para que conserven esa sabiduría. Desde mi
ignorancia, trato de aprender de los destellos, apurar el paso para,
según yo, tener elementos para guiar a estas A mayúsculas. Era una
mariposa, pero también era todo esto. Pensé en lo que doy y lo que
recibo, en lo que agradezco. Todo esto sucedió en solo un momento.
Luego, seguí haciéndoles desayuno.
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