31.10.15

Escribir lo cotidiano. Día 5/100.

Una mariposa-ofrenda apareció hoy dentro de la cabaña. Bastet dejó una muestra de agradecimiento que aleteaba con dificultad todavía. Me siguen sorprendiendo los regalos que Bastet nos ha dejado a lo largo de los años: ha habido ratones, lagartijas, pájaros y plumas desparramadas. Al principio, yo que no era una persona de gatos, me asustaba. Ahora me sorprende el instinto que tiene para equilibrar. A un gato difícilmente le puedes deber algo, ni él te deberá nada. Se encarga de ser hermosamente afectivo y de ser también tan independiente que te hace saber que sin ti estará perfectamente bien. No conozco otro ser que le sea tan natural el dar y el recibir, como si de respirar se tratara. He leído que ese es un gran secreto de las buenas relaciones. Y Bastet tiene mucho qué enseñarme de ellas.
Hoy, la primera reacción de Arvo al ver la mariposa fue decirme que si le podía dar un beso, mientras veía que aleteaba un poco. Le dije que sí, pero que se lo diera volador. Luego me dijo que si la podía curar tocándola. Le dije que sí, y la tocó. Ámbar también le dio un beso. Le tomé la foto. Luego la dejamos en el jardín.
Creo que Bastet, Arvo y Ámbar saben de ese ciclo equilibrado que es como inhalar y exhalar. Yo sólo leo sobre ello y los observo como iluminados, preguntándome cómo es que estos tres saben tantas cosas de forma tan natural. A tientas, busco aprender lo más que pueda. En mi ilusión, quiero colaborar para que conserven esa sabiduría. Desde mi ignorancia, trato de aprender de los destellos, apurar el paso para, según yo, tener elementos para guiar a estas A mayúsculas. Era una mariposa, pero también era todo esto. Pensé en lo que doy y lo que recibo, en lo que agradezco. Todo esto sucedió en solo un momento. Luego, seguí haciéndoles desayuno. 

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