13.2.25

Caminata y mapa nuevo

Escuchar el mar es la mejor opción para una tarde de no respuestas. Ir al domicilio de los ecos, da la sensación de dialogar con ellos. Las Patricias muchas han contado sus versiones al viento en esta orilla. Invariable, este mar gris propone ante mí la opción serena de la impavidez.

Las olas parecen olas desde mi siempre. No hay diferencia en este mar, no sé si en mí, presente en este mismo instante fragmentado en tiempos que se nombran con números diferentes. 

Las gaviotas y sus coreografías lo confirman.

La bruma lo confirma.  El muro donde choca mi horizonte lo confirma.

Camino y ahora siento que esta es una espera que se llama vida. Camino y siento que se alarga por tramos y que estoy buscando una respuesta a una ecuación ancestral irresoluble.

Si esto se trataba de perder la paciencia, la he perdido toda. Si esto se trataba de un absurdo juego de conservar gotas de esperanza como niño hiperactivo al que se le asigna un huevo en cascarón para cuidarlo y pasar de grado, también estoy a punto de pronunciar la renuncia.

Harta de estar harta es parecido a estar dispuesta a finalizar una historia que avanza por eslabones. La inmovilidad de los barcos se parece a un pantano en el que a veces hace buen clima.

Dormir un poco más o despertar. Dormir un poco más con miedo a que no exista otro capítulo. Mis piernas en movimiento por ahora son la certeza de mi existencia. Eso y los pájaros que me revolotean el pecho.

Nada hay más triste que un barco que se hunde en la orilla. Levar anclas hoy es mi respuesta, mapa nuevo en mano, brújula calibrada y corazón vivo por elección y porque además es inmortal. ¿Qué más se le puede pedir a este mar llamado vida?

10.2.25

Cacaxtla (Paty Blake)

 La ventana caía en gotas tras los ojos

el camino de barro, las llantas derrapadas y zapatos

entre las paradas a medio camino, la puerta

las respiraciones agitadas del que recién subía

el verde deslavado que entraba en ráfagas

de aire recién nacido.


No sé a dónde voy, dije.

Apreté bajo el brazo el mapa húmedo

y sonreí al saber que no volveríamos a estar juntos

al poner un pie en la banqueta de tierra

los que ahora escapábamos de la lluvia.


Tocó mi turno.

Bajo el agua, a primera vista, la ciudad pareció un río,

una canica escondida,

un laberinto entre las voces,

cualquier cosa, menos un silencio denso

corriendo a toda prisa entre los árboles.


Ese día quise conocerte,

decirte mira lo que he encontrado

mira que las piedras, los caminos,

pero recordé el listón de tiempo en mi cintura

y lo desaté en un zumbido sobre el aire.


Se abrió un paréntesis

para que en ese instante

te asomaras.


El lugar donde la lluvia cae

¿lo recuerdas?


*Poema incluido en el libro Amanecer de viaje, de Paty Blake (Cecut, 2007). Republicado a partir de la mención en la entrevista realizada el 7 de febrero de 2025.

7.2.25

Oh sí

¿Ignorar que la corteza prefrontal no participa por un tiempo? 

Recuerdo cuando no tenía un nombre para esto. 



5.2.25

Despertar en el estudio barco (presagio)

El arte de previsualizar las oleadas estando en el mar. Tengo pergaminos en este estudio barco, transporte de Patricia que se despierta de un sueño profundo, prolongado a voluntad. No hay sabiduría mental en el timing, solo intuiciones primitivas que se escuchan como tambores campanas viento, a través de ramas y crujido de fuego. La tierra me presta su olor mojado para vestir de gala mi presencia. Todo eso ha sido mi piel en reposo: una gata que se lame los huesos, que ahora se estira para medir el nuevo alcance de sus extremidades. 
Despertar y asomarse por la propia ventana es el privilegio invisible que he acariciado por años en silencio. Mi mano conoce mil formas de moverse sobre el lomo del tiempo, que a veces lanza un ronroneo. Mi mano también conoce la garra, los telescopios y la suavidad de la Laguna en la que nadan las ballenas recién nacidas.
Mano sabia de texturas, permito que se asome más allá de sus linderos, que sacie su prisa y surja reptil en recovecos. Mano sabia de extensiones de sí misma, que ha aprendido de trazos en los abecedarios del mundo. Mano que escarba en todas partes, que escribe en todas partes. La tierra se abre para alfombrar tu paso de frescura. Benditas las ganas, los pasos, las veces muchas en las que el camino se hizo largo. Patricia de piel despierta abre la ventana. Y solo por eso, vale la alegría hacerlo.