Hoy tuve la idea de ir a caminar a la playa desde temprano, pero fue hasta las 6 de la tarde cuando decidí salir como una decisión más mental: me saqué a pasear. Sabía que lo difícil era llegar a la esquina, por que justo al girar es donde se empieza a sentir el aire del mar que me encanta desde niña; así que me llevé de la mano hasta ahí.
Me saqué a pasear significa también que pude haberme quedado en casa o ir a cualquier otra parte. Me saqué a pasear significa que me pude haber puesto a teclear en la computadora, pero me obligué a pausar mi semana en ese tiempo privilegiado de domingo.
Ver el mar es una de las actividades más instantáneamente relajadoras que conozco. En esta playa acudo cada vez a una reunión de mis yo de todas las edades a partir de los 7 años. Camino en la orilla en este mar que tiene diluidas gotas de pensamientos de quienes hemos acudido en todos los tiempos a la ceremonia del atardecer.
Apenas caminé una cuadra en el malecón cuando creí reconocer a un hombre que tomaba fotos a unas personas que iban caminando entre la reparación del malecón. Al acercarme confirmé que era Omar Martínez con su inconfundible semblante y sonrisa, con dos cámaras colgando de sus hombros. Hace tiempo que no lo veía, aunque sabía de él por la delicada operación que hace un año tuvieron que hacerle de emergencia, unos días después de descubrir que tenía un raro tumor cerebral.
Le hice todas las preguntas que se le hacen a una persona de la que se tienen bonitos recuerdos y que además estuvo al borde de la muerte. Cuando lo escuché a hablar, supe uno de los motivos por los cuales tenía que encontrarlo ahí en ese momento.
Habló de cómo le cambió la vida esa experiencia de haber descubierto, casi por casualidad, que sus dolores de cabeza eran causados por ese tumor de 8 centímetros que al parecer tenía más de una década formándose. Aunque le habían dicho primero que el malestar era por los triglicéridos, uno de los médicos tuvo la idea de hacer una tomografía de la cabeza. Así es como entró por una revisión médica de rutina y salió con una emergencia de vida o muerte.
"Para mí fue una bendición todo lo que pasó", aseguró. Durante un rato, describió cómo muchas cosas cambiaron a partir de eso y de todo lo que se dio cuenta. Haber recibido mucho amor fue lo más increíble, dijo. Y sí, personas como él, se dan a querer por mucha gente. Talentoso fotógrafo, buena onda y excelente persona.
Mientras hablaba Omar, lo recordaba en su versión de hace 20 años, cuando era Omarcito, el fotógrafo más joven en la redacción del periódico, donde había quienes decían "el morro" al referirse a él. En mis recuerdos, Omar siempre trabajador, generoso, buen compañero, tranquilo, enfocado, siempre con ganas de aprender, entrón en todo el paquete que significaba en ese tiempo ser reportero gráfico. Omar caminando en la redacción, apurado como todos y cargando su cámara con la que captaba imágenes al por mayor: algunas para primera plana o páginas especiales. Su cámara con la que ha llegado a tener reconocimiento nacional e internacional.
Ahora Omar hablaba de cómo estaba consciente de que era un milagro que todo hubiera salido bien, de cómo estuvo al borde de la muerte y corrió con suerte tanto por haber sobrevivido como por haber sobrevivido completo: otros en situaciones similares han perdido la vista, la movilidad, alguna capacidad neuronal o incluso la vida. Una cadena de coincidencias y bendiciones lo llevó a estar donde ahora está, haciendo lo que más le gusta un domingo en la orilla de la playa.
Dice que aprendió a valorar lo básico, lo necesario. "Cuando uno está en cama, lo único que quieres es ver esto", dijo abriendo levemente las manos, señalando el mar. Imagino la desesperación de no poder mover la cabeza un mes entero, de que sus ojos inquietos de fotógrafo solo pudieran ver el techo de su cuarto. Pero más allá de eso, dijo que siente agradecimiento porque estar al borde de la muerte lo llevó a que en un solo día se pudiera reunir lo necesario para la operación quirúrgica y su proceso de radioterapia. "Recibí mucho amor. Te das cuenta de lo que es verdaderamente importante en la vida. Me di cuenta de que estamos en el mundo para hacer el bien, para dar amor, solo para eso".
Luego, Omar dijo que antes estaba acostumbrado a descuidarse, a estresarse y preocuparse de más, no comer a las horas, no atenderse, no hacer lo que era importante para su salud. Dijo que esta experiencia hizo que sus prioridades cambiaran. Escucharlo me llenó de alegría. Saber que más de 600 personas hicieron posible el milagro, sumadas a la voluntad de Dios. Dijo que, por su parte, antes de entrar al quirófano se entregó con serenidad a la idea de que era posible que ese fuera el fin.
Me encanta saber que en el proceso de salud de Omar, "de 10 cosas que podían salir bien, 10 salieron bien". Verlo tomar fotos y saber que todo apunta a que hay Omar para rato, porque es una personas que mantiene su esencia a través de los años. Si tuviera que resumir este encuentro, diría que sus palabras me dieron alegría y esperanza. Me fui de ahí pensando en que las personas más bonitas que conozco son las que irradian vocación y que viven su historia de forma completa y de frente.
Recordé también que el mar en su costa a veces tiene regalos especiales como este encuentro.
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