Aprendemos a leer mucho antes de descifrar letras escritas. Aprendemos a
tener cerca esos objetos llamados libros, a saber que sirven para algo,
a conocer su forma física y la interacción que puede haber alrededor de
ellos. Observamos el uso que otras personas hacen de ellos y el valor
que le dan, cómo interactúan con ellos. A veces, si tenemos suerte y
personas conscientes alrededor, podemos
probarlos y hasta masticar sus páginas, escuchar cómo se rompen sus
hojas y luego aprender cuando nos dicen que si los rompemos, ya no
podremos disfrutarlos. Aprendemos que dentro de sus páginas, de alguna
forma mágica que todavía no alcanzamos a comprender, hay historias y
personajes, pláticas y emociones que pueden compartirse.
Todo esto
lo sabía en teoría, como un dibujo blanco y negro que se ha ido
coloreando de brillantes colores conforme han crecido mis A mayúsculas.
(Para este elogio, tomo prestada la foto que Paco Mufote tomó de Ámbar
en una actividad de lectura que tuvimos en la Garita Tijuana-San
Ysidro).
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