8.1.17

Escribir lo cotidiano. Día 42/100

El fuego que todo lo consume es también el fuego que todo lo ilumina.
Inesperadamente estamos alrededor de una fogata. Nos veo platicando historias, tejiendo hilos en nuestras memorias y sé por un momento muy breve que aquí estoy y que justo aquí está todo lo que necesito. Miro las brasas arder-apagarse, crecer con fuerza, suavizarse, danzar. Parece que quieren decir algo, abrir sus bocas y mostrar sus siluetas. Imagino a hombres y mujeres de muchas épocas observando lo mismo. Suspiro involuntariamente.
La noche es fría. Lejos de este fuego todo está oscuro. Si me alejo, voy despacio tratando de ver más allá. La oscuridad no tiene interruptores. No podría apagar la oscuridad, pienso. Para apagar la oscuridad hay que encender la luz.
Qué significa en mí la luz?
A. pregunta muchas cosas sobre el fuego, quiere conocerlo. Al contestar a los niños respondemos e inventamos; he aprendido que es lo mismo. Emocionado, A. dice que siempre estará el fuego para cuando queramos venir a visitarlo. Sonrío.