6.11.15

Escribir lo cotidiano. Día 11/100


Hoy, 2 pm, banco céntrico con varias filas largas, aglomeradas en el interior. Parecía entrada a concierto, pero sin las caras de emoción de los que van a ver a su cantante o grupo favorito. Me aproximé, sabiendo que me esperaban por lo menos dos horas de ver transcurrir los numeritos en la pantalla. Durante ese tiempo escuché puras quejas y a personas desesperadas por la ineficiencia. Ya estaba yo toda harta cuando decidí aprovechar el tiempo para observar todo lo que me fuera accesible. Ya tenía como una hora y media y pasé a la primera ventanilla. Me mandaron a la siguiente, lo cual significaba otra media hora de espera, por lo menos. Al pararme entre la multitud, me hizo seña uno de los cajeros para que pasara, aunque todavía no era mi turno. Era un muchacho al que unos meses atrás le regresé dinero que me había dado de más por error. Me recibió sonriente y amable. Me atendió con gusto y me dijo "muchas gracias otra vez". Al salir de ahí, me di cuenta que esa buena atención había cambiado en mí la mala vibra que había acumulado durante esa espera.
Cuando me fui, pensé en el agradecimiento y en lo que puede producir. Meses atrás, lo único que hice fue respetar que él era quien debía tener ese dinero de vuelta. Me costó una vuelta extra al banco, hacer varias veces las cuentas y nada más. Ese acto para él significó un gran alivio, porque ya se lo estaban descontando de su sueldo, según me dijo. Aquella vez me dio gusto que me dijera que eso lo hacía creer un poco más en las personas. Lo hice porque me nació y por interesada (creo en los karmabonos y lo tomé como tal). Pensé en las muchas veces que sólo porque sí, no hago lo que considero correcto en alguna circunstancia.
Si entonces el dinero no hubiera desviado su curso conmigo, no habría tenido la oportunidad de hacer algo por esa persona. No me costó nada, y me trajo de vuelta agradecimiento y ahorro de tiempo en esa aglomeración. Y, además, me dio tema para elogiar este día. 


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